Buen momento para volver a ver 'Maixabel'

Este sábado por la tarde fui con una de mis hijas a los cines Renoir Princesa para ver de nuevo Maixabel, la película de Icíar Bollaín. Confieso que el motivo de mi regreso a la película no tuvo que ver con el merecido premio Goya que se le acaba de conceder a Blanca Portillo por su excelente interpretación, encarnando la personalidad de la viuda de Juan Mari Jáuregui, el político socialista asesinado por ETA en el año 2000. La buena culpa la tuvo en realidad Luis Cernuda.

El poeta viajó en 1961 a California para dar clases y realizar algunas lecturas de sus versos. Al acabar una de ellas, en el San Francisco State College, tuvo el encuentro que dio pie a su poema “1936”, publicado en Desolación de la Quimera. Se le acercó un antiguo soldado de la Brigada Lincoln, voluntario norteamericano que había ido a luchar a España para defender la democracia y oponerse a un golpe militar apoyado por Hitler y Mussolini.

De vez en cuando conviene mirar con atención los ejemplos de nobleza humana para no hundirse en el mar de la mentira, la mezquindad, la corrupción, el servilismo, las puñaladas, las lágrimas de cocodrilo y el uso indigno de la palabra familia

Cernuda llevaba casi un cuarto de siglo de exilio y había visto pudrirse muchos sueños. Pero forzado a compartir sus versos más íntimos en una ciudad extraña, se emocionó con el ejemplo de una persona que había viajado para defender la dignidad de un país que no era el suyo. Por eso le dio las gracias, algo más bien extraño en la personalidad del poeta: “Gracias, Compañero, gracias / Por el ejemplo. Gracias porque me dices / Que el hombre es noble. / Nada importa que tan pocos lo sean: / Uno, uno tan solo basta / Como testigo irrefutable / De toda la nobleza humana”.

De vez en cuando conviene mirar con atención los ejemplos de nobleza humana para no hundirse en el mar de la mentira, la mezquindad, la corrupción, el servilismo, las puñaladas, las lágrimas de cocodrilo y el uso indigno de la palabra familia. Recordada la lección de Cernuda y después de vivir dos días de mucho fango, me fui con mi hija al cine. Necesitaba recordar la historia de Juan Mari Jáuregui y Maixabel Lasa.

Jáuregui fue un militante juvenil de ETA VI Asamblea que defendió en pleno franquismo el abandono de la violencia. Dejó la organización y pasó a militar durante 16 años en el PCE. Después de una de las muchas crisis del partido, se integró en el PSOE. En 1994 fue nombrado gobernador civil de Guipúzcoa. Mientras ETA procuraba matarlo, desempeñó un papel decisivo en las investigaciones sobre el cuartel de Intxaurrondo y el caso Lasa y Zabala. La lucha contra una banda criminal debía desarrollarse dentro de las normas democráticas de un Estado de derecho, sin caer en la indignidad de la violencia y el terrorismo de los grupos paramilitares.

Esa decencia democrática acentuó los motivos de ETA para acabar con su vida. Nada le interesa más a un político corrupto que la consigna del todos los políticos son iguales. Nada le interesa más a los fanáticos que el fanatismo de sus adversarios. ETA acabó con la vida de Jáuregui…, y a su mujer y su hija se les cayó la vida encima. Pero no se ensuciaron con la indignidad de los asesinos.

La dignidad de una persona vale como testigo irrefutable de toda la nobleza humana. En homenaje a todas las víctimas (las de cualquier violencia), en homenaje también a las víctimas que el covid ha provocado en las residencias de ancianos y en los hospitales de Madrid por culpa de la destrucción de los servicios públicos en favor de los negocios y los negocietes privados, fui a ver la dignidad de Maixabel Lasa en el rostro de Blanca Portillo y en el argumento dirigido por Icíar Bollaín. Hay deseos imposibles que nunca llegan a cumplirse. Pero algunos deseos que parecían imposibles sí acaban por cumplirse. La democracia española acabó por derrotar a ETA gracias a personas como Juan Mari y Maixabel.

Cansado de ver y escuchar películas en las radios, los televisores y los periódicos, decidí irme de verdad al cine para reencontrarme en vivo con el poema de Cernuda. Un caso, uno solo, de dignidad es testigo irrefutable de la nobleza humana. Más que un consuelo se trata de un compromiso: cada uno de nosotros, de forma particular, estamos comprometidos con la dignidad humana.  Comprometidos contra las lágrimas de cocodrilo.

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