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Lecciones de las elecciones (y IV): La más importante, la que ni Rubiales ni los suyos entendieron

Llega el final de agosto, y con él se termina esta miniserie de reflexiones sobre algunas de las lecciones que dejaron las elecciones, en plena polémica por la agresión del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, a la futbolista Jenni Hermoso. No podría ser un caso más ejemplar de lo más importante que las urnas dijeron el pasado 23J.

La clave de una noche electoral no es sólo valorar estrategias o comprobar cómo ha operado el sistema electoral beneficiando a unos y perjudicando a otros. Lo más trascendente de una noche electoral es conseguir interpretar lo que las urnas dicen. Y el 23J, tan cercano al 28M, nos dijo una cosa clarísima que ni Rubiales ni los suyos entendieron: que esta sociedad ya no tolera actitudes machistas, que se acabaron las agresiones impunes, que somos un país orgulloso de haber sabido acoger un feminismo integrador y para mayorías, ese que llamamos “del 99%”.

Por eso, como demuestra el profesor de ciencia política Mariano Torcal en este artículo con datos de una encuesta realizada durante la campaña, la balanza electoral la decidieron, en el último momento, aquellos que llama “moderados” y que caracteriza de la siguiente manera: “Por un lado, son los que presentan menor hostilidad hacia los otros (polarización afectiva); pero, por otro, son los que se sitúan en posiciones más extremas respecto a los grandes temas de la agenda de discusión como derechos de minorías, defensa de los programas sociales, lucha contra la violencia de género, lucha contra el cambio climático entre otros. Es decir, son más radicales desde el punto de vista ideológico al adoptar posiciones más claras respecto de estos grandes temas. Esto significa que los “más razonables” (los “no hooligans”) se dejan llevar más por cálculos racionales basados en sus discrepancias respecto de las políticas públicas que los partidos puedan aplicar desde el poder.“ Es decir, quienes finalmente impidieron que la derecha y la ultraderecha sumaran para conseguir una mayoría absoluta fueron aquellos que no estaban dispuestos a dar su apoyo, por activa o por pasiva, a quienes negaban la violencia machista, boicoteaban minutos de silencio en repulsa de asesinatos machistas o descolgaban banderas LGTBI de los ayuntamientos. Fueron ellos y ellas los que reaccionaron al ver las consecuencias concretas de la incorporación de estos partidos y estas políticas a los gobiernos municipales y autonómicos.

Permanecen silencios atronadores, cierto, pero lo dijeron las urnas y lo han repetido las calles: #SeAcabó!

Quizá si Rubiales, los que le rodean y los que callan, hubieran sabido entender esto, no estarían protagonizando ahora uno de los mayores escándalos de machismo que España ha dado al mundo, como muestran portadas e informativos de medio planeta, para vergüenza de la “marca España”. Se está aludiendo a todo esto como el Me Too español, y tiene todo el sentido: el cine es a Hollywood-USA lo que el fútbol a España.

Lo que muestra este tsunami desatado tras la agresión de Rubiales a Hermoso es, al menos, dos cosas: la primera, que existen reductos de poder en los que el machismo más casposo sigue instalado en lo más profundo de su estructura. La segunda, que la sociedad española ya ha cambiado y no está dispuesta a tolerar esto. Deportistas, periodistas, responsables políticos de forma transversal, innumerables asociaciones y personas a nivel individual han mostrado públicamente su repulsa a estos hechos a la par que señalaban los silencios atronadores.

A la hora de cerrar estas líneas, cuando la primera jornada de Liga ya ha celebrado algunos partidos, el Cádiz ha salido con una pancarta “Todos somos Jenni”, la colombiana Leicy Santos dedicó su gol en la final de la Women´s Cup a Jenny, los jugadores del Sevilla han jugado con una camiseta en la que se podía leer #SeAcabó, –que sigue siendo trending topic–… y las reacciones se suceden. Permanecen silencios atronadores, cierto, pero lo dijeron las urnas y lo han repetido las calles: #SeAcabó! 

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