El PP abraza a Puigdemont por Navidad Pilar Velasco
¿Por fin un PP razonable?
Me alegro infinito de que a Pablo Casado, sean las que sean las razones exactas de su defenestración, ya se le haya forzado a tirar la toalla como presidente del PP. Nunca le perdonaré lo que dijo de la fosa del abuelo, ni el gesto acompañante. Como tampoco a Rafael Hernando su repugnante comentario acerca de las ayudas para las exhumaciones. Quedan grabadas en los medios las ofensivas palabras de ambos. No se pueden borrar (a no ser que Putin u otra bestia posterior aniquile el globo terrenal), y lo dicho, dicho quedará. ¿Son católicos los dos, se precian de serlo, afirman y mantienen su condición de fieles? Sabemos que Casado asiste a veces al culto, incluso con Vox al lado, pues le hemos visto así en el sagrario de la catedral de Granada, tan vinculada a los llamados Reyes Católicos, que en la Capilla Real colindante duermen su sueño eterno en la paz del Señor. ¿Pero Hernando?
Insultar a los muertos es incompatible con el cristianismo, con su mandato de respetar al prójimo (amarle como a sí mismo ya es más difícil). Pero, claro, la Iglesia de Roma, a diferencia de las distintas sectas protestantes, tiene el “sacramento” de la confesión, uno de los inventos (tengo derecho a mi opinión) quizás más diabólicos de todos los tiempos, con el resultado de que los países mayormente católicos figuran entre los menos éticos del globo.
Por lo que le toca a Casado, el periodista Juan Cruz insistió en su momento en que se explicara. El político escurrió el bulto, afirmando que los de su profesión tienen que hablar muy deprisa, contestar con rapidez las preguntas, etc., con lo cual a veces meten la pata o cargan demasiado las tintas. Pero no dijo rotundamente que se disculpaba, que había dicho una barbaridad, que ello le daba vergüenza, que se iba a replantear la cuestión de los más de 130.000 asesinados por el criminal régimen franquista, a recapacitar, a ponerse al tanto con la máxima objetividad posible.
Total, ¡albricias!, Casado se va, nunca será presidente del Gobierno, y con suerte, a partir de ahora, no le vamos a tener que aguantar más de lo estrictamente inevitable. Algo es algo... y, en este caso, mucho.
Podría ser que por fin este país empezara a superar las secuelas del franquismo que todavía perviven y se pudiera preciar de tener un partido conservador al estilo europeo, algo imprescindible para el progreso de la nación en su conjunto
Otra satisfacción. Parece seguro que muy pronto le va a sustituir, como adalid nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo. El gallego es harina de costal distinto. No le conozco personalmente pero llevo años tomando nota de sus actuaciones como político. Tiene indudable carisma, mucha experiencia, astucia, sagacidad, mesura (vocablo castellano que siempre me ha gustado), no arremete a lo bestia, sabe estar. Transmite sentido común, sensibilidad, ponderación. Acaba de confirmarlo, hablando de la necesidad de reconducir la situación del partido y de buscar la manera, las maneras, de llegar a acuerdos de Estado con el Gobierno de la nación. Si pone en práctica tal talante, pese a anteriores posturas más intransigentes, podría ser que por fin este país empezara a superar las secuelas del franquismo que todavía perviven y se pudiera preciar de tener un partido conservador al estilo europeo, algo imprescindible para el progreso de la nación en su conjunto.
Entre mis otras bestias negras del PP lleva años ocupando un lugar preeminente Javier Maroto. Este señor, como sabe el lector, no puede mencionar a José Luis Rodríguez Zapatero sin que le rezume desdén. Y es extraño porque, si no fuera por la ley del matrimonio homosexual, no se habría podido casar con quien hoy es su legítimo marido. ¿Alguien cree seriamente que el PP, en el poder, habría legislado a favor? A otro gay declarado del partido, el senador Jaime de los Santos, de 43 años, católico moderado que acaba de publicar una novela que supongo autobiográfica, Si te digo que lo hice, le entrevistó hace unos días para El País Jesús Ruiz Mantilla. Sus palabras me han levantado el ánimo en medio de tanta desolación, aquí y fuera. La dictadura franquista fue “insoportable”, asegura, y la Segunda República “un orden constitucional”, con Gobierno legítimo, que “sufrió un golpe”. Pero, ¡qué bien! Luego, señala, dentro del PP hay muchos gays (como no podía ser de otra manera) y Rajoy tuvo el indudable mérito de no tocar la ley de Zapatero, de dejarla en su sitio. “España ha cambiado respecto a la de 2004”, recalca a continuación, y recurrir la ley ante el Constitucional “fue un error enorme”. “Esas cuestiones —alega— están más que superadas en el PP y en España”. Me gustaría poder creer que fuera así, pero, de todas maneras, es muy grato constatar que alguien del partido que acaba de deshacerse de Casado reconoce abiertamente la contribución a los derechos humanos por parte de sus adversarios políticos. Y leer que, en relación con los sectores LGTBI, se siente “muy orgulloso del país en que vivimos, ejemplar en muchas conquistas sociales”.
La entrevista me ha recordado, por otro lado, mi terrible decepción, en La Habana de 1986, al descubrir que el castrismo perseguía cruelmente a los homosexuales, haciéndoles la vida imposible, durísima realidad que me comunicaron numerosos gays in situ, y que luego confirmaría Reinaldo Arenas en su terrible testimonio, Antes que anochezca.
Ruiz Mantilla no le preguntó a De los Santos por su posición sobre la investigación de los abusos sexuales cometidos por curas católicos a lo largo del franquismo y después. Me permito imaginar que opinaría que solo una comisión independiente será capaz, o quizás el Defensor del Pueblo, dado el cierre de filas de la Iglesia en torno al asunto, de dar con toda la verdad del horror.
¿A quién se le ocurriría hoy en día entregar a un niño a unos profesores que han negado su propia sexualidad? ¿Y, sobre todo, encerrarlos en un internado con los mismos? Ya lo dijo Voltaire (sin esperar a Freud): “Si se suprime lo natural, volverá galopando” (“Chassez le naturel, ça revient au galop”). La jerarquía española, como la francesa, debe aceptar finalmente que las indagaciones tengan la garantía de la objetividad, permitiendo así que España dé otro enorme paso hacia un futuro mejor.
Por todas partes andan sueltos los represores y los bullies, unos de la ultraderecha, otros de la ultraizquierda. Es difícil resistir la desesperación que ello produce. De modo que, por lo que le toca a España, venga cuanto antes un PP renovado, magnánimo, dialogante, capaz de afrontar la historia de la dictadura franquista con valentía y de colaborar en la recuperación de las víctimas. El país en su conjunto se lo merece.
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