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De interés general

Sería muy útil en los tiempos que corren que los usuarios de la televisión pública pudiesen ver la película De interés general, un barrio por un parque, dirigida por Miguel Ángel Sánchez. Su argumento resume en una historia vecinal los peligros y las virtudes de la democracia. Los vecinos de Chamberí disfrutaban de una zona verde junto al Canal de Isabel II y tuvieron a principios de siglo la ilusión de que esa zona se convirtiera en el gran Parque de Islas Filipinas.

En el año 2003 se puso la primera piedra, pero en el año 2006 la Comunidad de Madrid decidió sustituir el parque por unas instalaciones dedicadas al golf. Los vecinos empezaron a protestar por el nuevo uso que quería dársele a la zona verde, apareció alguna pancarta de protesta en los balcones y el barrio se movilizó. Ante las críticas y la orden de suspensión de las obras emitida por el Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid declaró su proyecto "de interés general” y eludió así la licencia de obras.

Un partido político, como después demostraron los hechos, puede convertirse en una asociación para el robo organizado. Pero si pensamos en la humillación de las sociedades, no basta con la existencia de sinvergüenzas que desvíen el dinero público. Hace falta también una justicia dispuesta a encubrir malhechores y unos medios de comunicación dedicados a encubrir la realidad ensuciada. Cuando tememos el peligro que supone la extrema derecha para una democracia, debemos recordar que el óxido no necesita del viento fascista para invadir los cimientos de una sociedad libre. El derrumbe se produce también cuando los ejes democráticos básicos como la justicia y la información se envenenan en sus raíces. No nos hace falta a Vox para sentir en peligro nuestra democracia.

Los vecinos de Chamberí se asociaron y defendieron su parque convertido en Campo de Golf por Esperanza Aguirre e Ignacio González. Convocaron manifestaciones, recogieron firmas, organizaron talleres de ideas alternativas, haciendo que la lucha llegase a las calles, los bares del barrio y las puertas de los colegios. La política corrupta encontró una movilización vecinal que se negó a aceptar el impudor de los especuladores y los sinvergüenzas. Pasaron los años, fueron de juzgado en juzgado, dialogaron con la desilusión y las alegrías. En el argumento democrático de esta película cobra importancia la capacidad de resistencia de una ciudadanía que se moviliza no sólo contra sus enemigos, sino contra su propia tentación de renuncia y abandono.

El humor ayuda. Los vecinos fueron llevados ante el juez por plantar un árbol y convirtieron el disparate de la querella en una representación teatral muy divertida. Pero los mejores aliados en esta necesidad de resistir tienen que ver siempre con los mismos ejes que envenenan los corruptores: el periodismo y la justicia. Voces críticas como la de Manuel Rico y sentencias como la del Tribunal Supremo en 2012 o el TJSM en 2016 devolvieron la fe en las palabras y en los tribunales. La movilización vecinal y la prensa no sometida a los poderes de la mentira logran un final casi feliz.

En vez de caer en la trampa del 'todos son iguales', convendría defender la política, ese espacio público imprescindible para que los árboles crezcan, los más ricos paguen impuestos justos y los mayores sean cuidados y respetados como se merecen

No todo está acabado. Con participación vecinal, se trabaja todavía en el parque que supo defender el barrio. Como vivimos en la sociedad del impudor, parece ser que el Gobierno de la Comunidad de Madrid, dirigido por el mismo partido que con sus corrupciones intentó borrar el parque y la lucha vecinal, pretende ahora inaugurarlo en 2023, protagonizando un acto de publicidad electoral. Si esto ocurre, será un acto de tremenda desvergüenza política.

La película me ha llevado a pensar en la importancia de las movilizaciones de la gente para defender sus derechos. La dignidad de la política es más importante que un parque. Debería surgir una verdadera lucha vecinal para defenderla. En vez de caer en la trampa del todos son iguales, convendría defender la política, ese espacio público imprescindible para que los árboles crezcan, los más ricos paguen impuestos justos, los niños disfruten de campos para correr y los mayores sean cuidados y respetados como se merecen.   

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